lunes, enero 17, 2011

SEMÁFOROS NUEVOS.
Resumen de las ideas de este blog, en   http://miguelvalle.com/trafico/

Salgo a dar un paseo y veo algo raro en el semáforo. Han reformado un tramo de la calle, obra que ha durado meses, y el último detalle ha sido la colocación de los nuevos semáforos. ¿Qué ha pasado? Que han colocado el semáforo DESPUÉS del paso de peatones, cuando la costumbre es la de colocarlos ANTES. Véase la foto:




Y yo me pregunto que por qué  han tardado esas décadas y doble número de lustros en darse cuenta de que siempre debiera haber sido así. Lo anterior, que es lo usual, no deja de ser una anomalía: el semáforo, encima del coche parado, y el conductor, estirando el cuello hasta romperlo para ver cuándo se pondrá en verde. Ahora es más lógico: situado el semáforo allí, después del paso, se pueden ver bien los círculos cambiantes, sin insanas e innecesarias acrobacias de cuello.

Y anomalías parecidas siguen alimentando el núcleo, el hilo conductor, de nuestro sistema de tráfico, que encorseta y hace del conductor un desdichado. Aquí mismo, sin moverme, contemplando ese semáforo, puedo describir dos de esas innumerables anomalías. Una, nueva; la otra, inmemorial.

La nueva surge abiertamente como corolario de la reforma actual. Me refiero a los dos circulitos de luz roja y verde situados a media altura del poste. Estos pequeños artilugios redondos fueron colocados en la disposición anterior de los semáforos en la que no se veían las luces colocadas justo encima del primer coche. Para no retorcer el cuello mirando hacia aquellas altas luces invisibles, se ponían esos dos puntos de luz.  Pero ahora, que ya se ve totalmente la cabeza del semáforo, ¿a qué vienen esas dos lucecitas del tronco? 

Menudencias de millones de bombillitas, de anclajes, de tornillos, de tapas redondas. Menudencias...

Esas lucecitas que encienden al mismo tiempo que las de arriba, lo cual es una redundancia, vienen a probar dos cosas: la primera, que asentimos a aquel dicho latino de "nihil innovetur nisi quod traditum est" (que no se renueve nada de lo que hemos recibido). Sí, señor, hay que mantener intactas nuestras raíces.
Lo segundo que queda probado, es que el gasto público está administrado por gente que vive en la opulencia, y estas pequeñas menudencias de gasto no son consideradas. Sí, señor, el orgullo español está por encima de lo pequeño y banal.

Volviendo a las anomalías, he aquí la otra, inmemorial. El disco ámbar sólo se enciende antes del rojo. Y es muy corto el tiempo de exposición. De hecho, acabo de ver a un señor que dio un frenazo para no pasar en rojo. Es muy corto el tiempo de aviso para parar del todo. Casi se rompe la cabeza contra el parabrisas. Y observo que hubiera pasado tranquilamente en rojo,  pues los que venían por la calle perpendicular tardaron muchos segundos en pasar. Debido, en parte, a que los semáforos están concebidos con ese margen de seguridad que es innecesario, y, en parte, debido a que la señora que pasó retardada, retrasando las salida de la caravana que traía a sus espladas, había aprovechado unos segundos de su verde para explicarle a la compañera, con gestos rimbombantes de mano, lo inasequible que se ha puesto la vida.

Pues bien, yo pienso, delante del mismo semáforo, que también se podía poner ámbar antes de pasar al verde. Ello supondría un gasto mínimo de infraestructura (cuestión de retocar un chip) y se agilizaría la circulación. Los conductores todos y también las conductoras estarían avisados de que sería su obligación salir de estampida cuando saltase el verde, debidamente anunciado por el ámbar; sin necesidad de estar pendientes -como hacen los buenos conductores- de que empiece a parpadear el muñeco de los peatones para prepararse a la salida inmediata.

Creo que no propongo ningún imposible. Ni algo de mucho gasto. Ni nada que tenga que ver con la inseguridad vial, sino todo lo contrario.

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